Una costumbre impertinente

De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda que algunos profesionales con los que quedas citado te recuerden, el día antes de la cita, que has quedado con ellos. Generalmente te llaman por teléfono y, si no pueden hablar contigo, te dejan un mensaje en el contestador. Los médicos son muy aficionados a esa estratagema. Odontólogos, oftalmólogos, psiquiatras, pediatras, cardiólogos... Le dicen a su secretaria que te llame, y ella lo hace con una cancioncilla que suena siempre parecida: “Buenos días. Llamamos de la consulta del doctor López Gonorrea para recordarle que mañana tiene usted cita con él a las 10 de la mañana”. Sustitúyanse esos apellidos y esa hora por los que hagan al caso, en cada circunstancia.

Son llamadas que entran dentro de lo que conocemos como impertinencia, si no mala educación. Porque presuponen que puede ser que no te acuerdes de la cita. Por experiencia propia sé que hay muchísima gente impuntual, y muchísima gente despistada, pero ello no obsta para que los que disponemos de una agenda en la que anotamos meticulosamente todo lo que nos toca hacer cada día (y además consideramos la puntualidad como un valor básico) creamos que esas llamadas son un insulto. ¿En base a qué presupone el doctor López Gonorrea que voy a llegar tarde a la cita u olvidarme de ella? Lo mejor del caso es cuando tú acudes puntual pero el doctor en cuestión te hace esperar media hora. Entonces ¿por qué me llamó el día antes si luego él se iba a pasar la cita por el forro?

La última variante son los SMS. Amantes de las nuevas tecnologías, muchos te avisan ahora mediante un SMS. Y no sólo los médicos. A principios de semana, recibí una carta de Audi en la que me decían que han detectado un problema en el árbol de levas de algunos A3, e indicándome que me pusiese en contacto con ellos, ya que mi coche podría ser uno de los afectados. Telefoneé a lo que –enrollados comoson– ellos llaman call center, y concerté cita para ayer viernes: a las 9 en punto de la mañana, en el taller de la calle Manso. El jueves por la tarde (a las 17:47) recibí un SMS: “Motorsol Import: Mañana tiene cita para su vehículo. Recuerde disponemos de vehículos alquiler/sustitutivos”. Ayer a las 9 de la mañana estaba en el taller, según lo acordado. No me recibieron hasta veintipico minutos más tarde. Entonces, ¿por qué me enviaron un SMS para recordarme la cita si ellos no iban a respetar la hora a la que habíamos quedado? ¿No hubiese sido mejor que, en vez de enviarme a mi el SMS, se lo hubiesen enviado a ellos mismos? De ahora en adelante seré yo quien, el día antes de cada cita con médicos, talleres mecánicos y similares, les telefonee o les envíe un SMSrecordándoles de forma impertinente que al día siguiente tienen tal cita a tal hora exacta. Y entonces me presentaré cuando me salga del escroto.


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Volar en 'business'

Tecleo en un buscador el precio de un billete ida y vuelta Bruselas-Madrid: salida el viernes –después de fichar en el Parlamento– con regreso el lunes. En clase business, vuelo directo, me sale por 1.404 euros; unos 600 en clase turista, y cerca de 200 euros si vuelo en una compañía de bajo coste. No hace falta ser matemática para ver que el ahorro es sustancial, especialmente si se multiplica por todos los eurodiputados que vuelven a casa el fin de semana. Pero sus señorías se niegan; si a ello suman la negativa de los europarlamentarios a recortar sus dietas y sus salarios, tal y como proponían sendas enmiendas de Los Verdes y por Izquierda Unida, entenderán por qué Twitter está ardiendo bajo el etiqueta #eurodiputadoscaraduras. Vista la que se ha armado, en el PSOE han tocado a rebato para calificar la votación de un error, y llamar ahora a la abstención. El Partido Popular reconsidera su negativa.

Elena Salgado, la vicepresidenta económica, tilda de populista el debate; pero es absurdo despreciar los picos en un momento de recortes sociales, de congelación de las pensiones, de dieta de austeridad para todas las administraciones públicas, de retrasos sine die en el pago de facturas, de reducción de velocidad máxima a 110 kilómetros hora, de racionar el papel de oficina, del adiós a los botellines de agua en las reuniones, de apagar las luces cuando no queda nadie. Los ciudadanos no pueden sentir que son sólo ellos quienes soportan el régimen salvaje para eliminar el colesterol que invade nuestras venas, no comprenden por qué sus sacrificios son necesarios mientras que los de los otros son demagógicos, o populistas.

Y especialmente en días como hoy, en el que estamos haciendo la digestión de la subida de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo hasta el 1,25% y, lo que es peor: el anuncio de Jean Claude Trichet de que no renuncia a nuevas subidas si la inflación continúa creciendo. De esta manera, el BCE beneficia a Alemania o Francia mientras complica aún más la vida a los periféricos, los que todavía luchan contra la crisis, entre ellos España. El dinero más caro aumenta la carga que soportan hipotecados y endeudados, aprieta a bancos y cajas y dificulta más la ya escasa concesión de créditos nuevos.

Muchos políticos y economistas insisten en que no existe salida que no pase por más Europa: más gobierno económico, más armonización y coordinación. Pero ceder soberanía a Europa, lo que al fin y al cabo implica ceder parcelas de nuestro ejercicio democrático, resulta muy difícil de explicar cuando instituciones europeas como el BCE obedecen a intereses que no son los de España en estos momentos. Resulta casi tan difícil de explicar –y tan preocupante por el antieuropeísmo que alimenta– como la imagen de los eurodiputados viajando en business mientras los europeos se apelotonan en los vuelos de bajo coste, cargando con su propia maleta, pagando hasta por un vaso de agua, cada vez con menos espacio vital.

Rajoy, de perfil

Frente a un Aznar que exige al PP un programa en vivos colores, Rajoy parece haber encontrado una zona matizada de confort. Su programa, dijo en la SER, será apto para votantes socialistas desencantados, tras haber pagado el peaje al ala dura del partido al anunciar que eliminará la actual ley del aborto. Saluda en catalán, deja las puertas abierta a CiU con el concierto económico y le dirá a Merkel que mantendrá los compromisos adquiridos por Zapatero en Bruselas.

Jean-Claude Trichet

El gobernador del BCE, sabe que de su decisión de subir los tipos sembrará más desafección en los países periféricos de la UE. “Trabajamos para los 17 países de la Eurozona”, insistía. En una Portugal que negocia su rescate, los ciudadanos abdican de la política y capean como pueden el temporal: en algunas tiendas ya venden los huevos por unidad.

Polémica Badinter

Elisabeth Badinter publica el ensayo que ha despertado pasiones en Francia: La mujer y la madre (La Esfera de los Libros). La filósofa y feminista destapa las consecuencias para la libertad de la mujer que tiene la ola de naturalismo, con etiqueta ecologista, que empuja a las madres a convertirse en esclavas de sus bebés, culpabilizando a quienes optan por el trabajo y por no convertir a los hijos en pequeños tiranos.


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