'Hybris'

Silvio Berlusconi tiene una cita la próxima semana que puede resultar la más comprometida de su larga y agitada carrera política. Si los recursos de sus abogados no lo evita, el 6 de abril, a las nueve y media de la mañana, tres mujeres vestidas con togas le esperan para juzgar el caso Ruby, en el que está acusado de prostitución de menores y abuso de poder. La juez Cristina Di Censo dictaminó en su día que Berlusconi debe ser procesado de inmediato porque “existen pruebas evidentes de que cometió ambos delitos”.

El caso de Berlusconi es singular, y no porque sea el político italiano que más tiempo ha gobernado desde la posguerra. Lo singular del caso es cómo ha gobernado Berlusconi. El primer ministro italiano es un ejemplo paradigmático de la borrachera de poder. No es ni el único ni el primer político que sufre –o disfruta– de esa dolencia. Pero, sin duda, es uno de los casos más emblemáticos.

Para Esquilo, a quien se considera el fundador de la tragedia griega, los dioses envidiaban el éxito de los humanos y, como venganza, enviaban la maldición de la hybris a quien estaba en la cumbre. La hybris es la desmesura, la soberbia absoluta, la pérdida de sentido de la realidad. Y todo esto no es ajeno a Berlusconi, aunque parece improbable que los dioses envidien su supuesto éxito.

David Owen, médico neurólogo y dos veces ministro laborista en el Reino Unido, ha publicado un interesante ensayo, En el poder y en la enfermedad (Siruela, 2010), en el que desarrolla una teoría sobre la borrachera de poder que padecen algunos dirigentes y que, siguiendo la voz griega, le ha puesto el nombre de síndrome de hybris. Owen relaciona la desmesura con el fenómeno que los psicólogos denominan pensamiento de grupo, que se utiliza para explicar cómo un pequeño grupo se encierra en sí mismo para jalear las opiniones propias, demonizar las ajenas y rechazar todo dato que contradiga su posición. Dicho de otra manera: el grupo en cuestión no deja que la realidad le estropee su idea. “Una característica de la hybris es la incapacidad para cambiar de dirección porque ello supondría admitir que se ha cometido un error”, añade Owen.

En su libro, el ex ministro estudia la influencia de las dolencias físicas y psíquicas en las decisiones de los dirigentes del siglo XX, entre 1901 y 2007 para ser exactos. Y aporta diversos ejemplos, desde la polio que padeció Franklin Delano Roosevelt y el alcoholismo de Winston Churchill hasta las depresiones de De Gaulle y la paranoia de Stalin. Pero también pone nombres y apellidos en los casos de borrachera de poder, dedicando un apartado especial al comportamiento de George W. Bush y Tony Blair en Iraq. En casi el centenar de páginas que dedica al tema, Owen no hace ni una mención de José María Aznar, el tercer dirigente de la cumbre de las Azores, aunque no se sabe si es porque no lo consideró un caso grave o porque no le atribuyó importancia política. En cualquier caso, el creerse imprescindible y señalado por el destino debemos llamarlo Berlusconi.


Via vanguardia opinion

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