Ventajas de un adiós

La noticia de la retirada de Zapatero me llega en la plácida Ginebra, allí donde todo tiene un aire menos barroco. Los suizos son tan dados a la austeridad –Calvino dejó huella perenne– que siempre rebajan la trascendencia de las noticias, especialmente incómodos con la tendencia histriónica de la política. “Se va Zapatero”, me comenta un ginebrino con aire despreocupado, “¿a quién le toca ahora, al de la oposición?”. Y sigue sus cuitas sobre derechos humanos, ONU, UE, etcétera, no en vano estamos en la ciudad paradigma de la neutralidad. Ese aire de “muerto el rey, viva el rey” que da a su comentario me recuerda la futilidad del poder, la enorme facilidad con que puede ejercerse vigorosamente, tanto como puede perderse súbitamente. Zapatero, por ejemplo, nació como líder renovado, fresco, con una pátina de honestidad que le otorgaba un plus de popularidad, de cercanía. Parecía, uno de “los nuestros”, es decir, uno más de la calle, capaz de llevar una pancarta y, a la vez, recibir a una delegación internacional. Pero la inexorable rueda del poder aplastó sus virtudes tanto como dio a conocer sus notables defectos y el hombre plácido pasó a ser huraño, el sincero desapareció bajo la fama del gran mentiroso –“nunca nadie nos había mentido tanto”, dirían los catalanes–, el honesto se convirtió en un trilero y, por el camino de una crisis económica no reconocida, mal llevada y peor resuelta, perdió su carisma. Creo que ningún presidente de la democracia ha caído tan bajo en popularidad, estando en el cargo, lo cual avala su inevitable decisión de anunciar la retirada. Sin embargo, ¿será ello suficiente para contener las aguas descontroladas del dique roto del socialismo? Difícil prospectiva, porque todo está muy revuelto. Por un lado, los líderes locales se han quitado de encima el peso muerto del presidente en caída libre, y ahora pueden renovar su vuelo. Quizás salven algunas alcaldías o algunas autonomías de las que estaban en el filo del cuchillo. Pero, por el otro se enfrentan a un partido sin sucesor definido, con una guerra larvada entre un Rubalcaba demasiado hecho y una Chacón a medio cocer, y todo ello con la oposición perfectamente trabada y coronada por la rotundidad de las encuestas, y con la crisis económica cual caballo desbocado. No estoy segura de que la noticia de Zapatero sea buena, tanto como creo que no es mala. Veremos si al final resulta tan influyente en las elecciones de mayo. Otra cosa son las elecciones generales. Queda tiempo y con Zapatero liberado de presión electoral, quizás su política consiga resultados inesperados. Si acaba definitivamente con ETA y repunta la economía –y todo ello es posible–, el hombre derrotado que hoy anuncia su retirada podría irse en loor de multitud. No olvidemos que hay algo aún más poderoso que el encanto del poder, y es el fatal atractivo del sacrificio.


Via vanguardia opinion

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