LA renuncia de José Luis Rodríguez Zapatero a optar a un tercer mandato como presidente del Gobierno dejará en el paro a muchos cómicos de la política y a no menos ventrílocuos de la locura. Como aquel personajillo que cerraba sus emisiones radiofónicas radiactivas con un delirante “¡Zapatero, ríndete, te tenemos rodeado!”. Pero por encima del respeto institucional y hasta humano que en demasiadas ocasiones se le ha negado al ya presidente virtual, su marcha sólo será bienvenida en la medida de que marque el final de ciclo. Sin olvidar la impronta que en su momento marcó Felipe González (¿se acuerdan del felipismo?), España ha consumido la primera década de este siglo marcada a cincel por el aznarismo y el zapaterismo. De hecho, hasta el PSOE se convirtió en un holograma de lo que fue. En ocasiones parecía programado para comportarse como un hijo bastardo y desairado, cuya única misión consistía en hacer lo contrario de quien le cedió el poder muy a su pesar. Desde aquel mes de marzo del 2004, ganadores y perdedores han soñado y desvariado con su respectivo aislamiento, cuando no aniquilación. Nada de prisioneros. En demasiadas ocasiones se ha gobernado exclusivamente contra la oposición. Con excesiva frecuencia, la crítica al Gobierno se ha embrutecido. Así, hasta sumir al país en una insoportable decadencia de la que se ha adueñado una colección de zombis a la que alguien se olvidó sepultar cuando murieron. Sino logramos exorcizar ese espíritu de rebaño acabaremos sucumbiendo al más de lo mismo: adoración absurda a cadáveres políticos incorruptos sin ningún loor de santidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenido por favor tu comentario que sea constructivo y evita usar palabras groseras que atenten contra alguna religion o diferencia racial, de usar vocabulario vulgar. Fuera de eso expresate como quieras.